La
nueva prohibición para los restaurantes
Seguimos
con la paranoia de las prohibiciones en este país y estrenamos el año con otra
nueva, polémica y sin demasiado sentido. Esta vez el objetivo a batir son las
aceiteras.
La
normativa no entrará en vigor hasta el próximo 28 de febrero de 2014, pero la
prohibición ya es definitiva y no hay marcha atrás. A partir de esa fecha, el
aceite de oliva que se sirva a los comensales tendrá que estar envasado en un
recipiente no rellenable, cerrado y con la etiqueta correspondiente, siendo la
opción recomendada la de las monodosis.
De
entrada los restauradores —en general— están en contra de la medida y alegan
motivos económicos, ecológicos y de practicidad. Por una parte no cabe duda de
que sale mucho más caro el uso de las monodosis que las aceiteras de toda la
vida, además de que generan muchísimos más residuos y resulta más incómodo para
el cliente.
Algunas
opiniones de restauradores:
«Veo
mucha mano negra detrás” “Es mucho más sucio para el cliente, las vinajeras
están limpias siempre, pero las monodosis se rompen y el aceite sale por fuera»
«No tiene ninguna lógica».
Hay
restaurantes que sirven su propio aceite o aceites de la zona de la propia
cooperativa y que ahora se verán forzados a cambiar de aceite o a encargar el
envase en monodosis, lo cual no siempre resultará viable.
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Por
supuesto lo de las botellas irrellenables o monodosis puede dar más garantía de
lo que está consumiendo el cliente, pero lo mejor en estos casos es que cada
restaurante haga lo que crea más oportuno sin necesidad de prohibiciones de este
tipo. De hecho ya había restaurantes que usaban este tipo de envases sin
necesidad de normativa alguna. ¿Por qué obligar al resto?
Personalmente
no me parece cuestión de garantía porque el restaurante podrá aliñar las
ensaladas en la cocina con aceite a granel —de origen desconocido e incluso sin
ningún control sanitario— o cocinar con cualquier aceite sin que el cliente
tenga un control o sepa qué se está usando, de manera que parece otra
prohibición absurda más que solo acabará beneficiando a unos pocos en perjuicio
del resto.
Y
desde luego lo que no tiene ninguna lógica es que saliera la normativa para reducir las bolsas de plástico en
los supermercados y ahora salga esta que es radicalmente opuesta.
¿Quién decide estas cosas y bajo qué tipo de presiones?
Ramón
Cerdá
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