lunes, 12 de febrero de 2018

Mantener una relación de confianza con los hijos da mejores resultados que vigilar sus móviles



Psicólogos y abogados recuerdan que el auto de la Justicia de Pontevedra «no es una carta blanca» para los progenitores
Revisar las conversaciones de sus hijos menores de edad a través de WhatsApp no es delito. Así lo ha determinado la Audiencia de Pontevedra al desestimar el recurso de apelación de una mujer que había denunciado a su pareja por leer los mensajes de teléfono de su hija de nueve años.
La mujer acusaba al padre de vulneración de la intimidad de la pequeña, pero el Tribunal recuerda en su auto que «tanto el desarrollo de las redes sociales como el WhatsApp requieren atención y vigilancia de los progenitores para preservar la indemnidad de los menores».
La madre puso la denuncia después de que sus hijos le comentaran que el padre los metía en una habitación para repasar con ellos los chats del móvil de la más pequeña. Además, según su declaración, también le pidió a su otro hijo la contraseña del teléfono, a lo que el niño le dijo que no y el padre lo amenazó con llevarlo a la policía.
La jueza da la razón al Ministerio Fiscal, que entiende que los hechos no constituyen un delito de descubrimiento y revelación de secretos como establece el artículo 197.1 del Código Penal. El auto recuerda que el denunciado comparte con la denunciante la patria potestad de sus hijos menores y por tanto tiene la obligación conforme al artículo 154 Código Civil, «de velar por ellos, educarles y procurarles una formación integral».Además, la jueza destaca que el padre habría revisado con la propia menor presente las conversaciones de WhatsApp. «No puede decirse por el relato de la denuncia», prosigue el auto de dos páginas, que las conversaciones «merecieran la calificación de dato reservado como datos atinentes a la intimidad desconocida u oculta de la menor y que esta no quisiera que el padre conociera y menos aún que el denunciado buscara descubrir los secretos o vulnerar la intimidad de la menor», señala.
Pese a que el auto es muy claro, los expertos en derecho digital recuerdan que esta decisión judicial no debe entenderse como «una carta blanca» para los padres. «Los niños también tienen un derecho a la intimidad que no pierden por el hecho de ser menores. Este control parental debe de ser «justificado y proporcionado», señala a este periódico Leandro Núñez, abogado especializado en derecho tecnológico y miembro de la junta directiva de Enatic (asociación de expertos nacionales en abogacía TIC).
Según explica, los menores no pueden, por ejemplo, abrir una cuenta en Facebook hasta los 14 años de acuerdo a lo que establece la ley de protección de datos, sin embargo, «no existe ningún umbral que indique a partir de qué edad el niño goza del derecho a la intimidad». «En este caso son las condiciones de madurez del niño las que permite al padre otorgarse el derecho a vigilar las conversaciones del menor en las redes sociales, pero nunca puede tratarse de una norma general», puntualiza el experto.

Hablar con ellos

El polémico auto tampoco convence a los psicólogos que consideran que siempre es mejor negociar con los hijos el uso que le dan a las nuevas tecnologías en lugar de inmiscuirse en su intimidad. «Es mejor entablar una relación de confianza y poder hablar con ellos sobre lo que escriben y con quién se relacionan a través de internet, ya que si tu vigilas sus conversaciones, aunque sea lícito, no dejas de estar desconfiando de ellos y al sentirse vigilados pueden borrar datos y ocultar información», apunta Amaya Prado, psicóloga infantil y vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Esta experta considera que el problema de fondo es la edad a la que los niños consiguen su primer móvil con acceso a internet. «Cada vez son más pequeños y se pueden encontrar en situaciones que no saben cómo resolver», apunta Prado, quien sí aconseja revisar los smartphones en caso de observar una situación de peligro. Según datos de la fundación ANAR, el 70% de los adolescentes tienen móvil a partir de los 12 años y cada día le dedican 3,24 horas. Los psicologos aconsejan esperar hasta los 14, 15 o incluso 16 años.

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